viernes, 30 de marzo de 2018

Sin ti soy un desierto

Después de una noche de tormenta
la madrugada llegó como torrente infinito.

Tras amanecer el anegado lodazal,
soy más consciente si cabe de cuánto
necesito el agua que emana
del maravilloso verde oasis de tus ojos.

Detrás de ti, ya lo dijo el poeta, nada queda,
detrás de ti, no hay nada más,
después de ti, no queda nada de mí,
nada soy, nada quiero, nada puedo.

Si un siroco barriese el árido desierto
en el que he convertido mi alma,
bastaría la leve brisa de tus labios
para vaciar de arena mis secos ojos.

Si cualquier fuente me vuelve a ofrecer
el agua que crees que, como un cualquiera,
buscaría con o sin sed,
yo, quien te escribe y ama,
rechazaría una, otra y mil veces más
cuantos venenos traten de alejarme de ti,
porque no hay dios, edén o salvación
lejos de tu boca.

Deshojando margaritas en mi cabeza

Harto de dar vueltas a un circuito,
deambulo por unas calles que desconozco
tan enfrascado en mil historias que me desoriento. 

Siento, quién lo diría hace una semana, 
un balsámico frescor que me anima
en el nuevo reto de encontrar mi coche
y en él, el abrigo para dejar de abrazarme
y los auriculares, para dejar de pensar. 

Deshojando margaritas en mi cabeza, 
descubro un nuevo error de cálculo, 
no sé exactamente por parte de quién. 

La cuestión es que están muy de moda
fotos, frases, mensajes, que pretenden
dar lecciones a vidas deshechas,
a heridas sin cicatrizar, 
a personas que aún no lloraron lo que debían...

Yo las he dicho muchas veces. 
De hecho, creo firmemente en muchas de ellas, 
pero algunas ahora mismo me molestan sobremanera. 

"Las heridas te enseñan lecciones".
Pues ¿qué quieres que te diga? 
Las caricias también. 

Además, ya no quiero aprender más, 
al menos con ese método,
porque en tus sanadoras caricias
aprendo tantas lecciones, 
descubro cuánto he ocultado de mí,
que consigues lo impensable, 
sacas de mí tanto bueno,
que llego a gustarme. 

Quiero verme cada día en tus verdes ojos, 
quiero que despiertes cada mañana
con millones de mis besos,
quiero que se nos haga corta la vida juntos, 
que nos descoloquemos cada día, 
que pronunciemos cualquier palabra a la vez, 
que sigamos por siempre amasando nuestras manos. 

Firmo y sello todo esto con la lucided
del más loco de entre los hombres, 
la serenidad de los nervios de un adolescente, 
la templanza del inexperto aprendiz, 
la dureza de la crema con la que te masajeo, 
el calor de esta noche gris, 
el amor que descubrí contigo.

Epitafio

Aquí, quieto y en silencio, yace por fin
uno que vino a este mundo sin pena
y lo abandona sin gloria alguna. 

¿Qué dirá mi epitafio? 
¿Quién lo escribirá? 
¿Me querrá? 
¿Me echará de menos
¿Sonreirá al dictarlo? 

Preguntas que se suceden mientras, 
en primavera, escucho el verano de Vivaldi. 

Trato de dormir tras la comida 
de un jueves que no tiene nada de santo, 
de una semana que se presentaba de pasión, 
de una vida que ha de dejar de serlo
para que quepa un domingo de resurrección resurrección. 

Estoy cansado, tengo sueño. 

Estoy candado, tengo dueño. 

Río, 
lloro, 
ahogo mi frustración contra la almohada. 
Mañana trabajo, me hago pequeño. 
No me soporto. 
No sé qué me pasa, no me reconozco. 

Bueno, sí.
Me recuerdo a alguien que un día fui, 
un personaje inventado sobre expectativas 
ajenas, falsas, dañinas,
alguien a quien pensé olvidado, 
alguien que me sirvió para aprender,
alguien que no quiero que vuelva a imponerse, 
que me vuelva a esconder muy profundo, 
no quiero querer que desaparezca el que soy. 

O sí, vete a saber. 

Igual dejo de pensar, 
de preguntarme cosas, 
de querer querer, 
de querer ser querido, 
de sentir,
igual vuelvo a ser lo que siempre fui, 
lo que tú, lo que todos...
Igual vuelvo a no vivir.

Adiós es la palabra más fea

Me desprendo de mil palabras feas
que jamás debí pronunciar, 
de la sensación de que algún dia
todo se derrumbaría como era de esperar. 

Me separo de esa, la peor de todas ellas, 
de la que empuja hacia la sinrazón, 
del insulto a la inteligencia, al amor, 
de la testaruda realidad,
de la inevitabilidad de esto nuestro, 
pronuncio, escribo, lloro, sufro, 
escupo un horrible adiós. 

Me desprendo de mí, 
pero no he doblado la esquina 
cuando descubro que nunca podré
separarme de tu dulce olor 
que es el aroma del más salvaje lirio. 

Me separo de mí, 
pero enciendo la radio 
y la primera me recuerda
que nunca podré desprenderme de ti. 

"Porque estás en las canciones, 
en las costuras de mi cuerpo, en los colores, 
en otros labios y otros besos, en poemas 
que me recuerdan que no estás, 
en los silencios que de noche gritan en mi soledad".

Y aquí vuelvo a estar, 
en un cruce entre la calle no quiero querer 
y la avenida sin ti la vida no es vida. 

Y me maldigo, y me odio.
Y te maldigo y te amo. 

No podré dormir, 
pero sueño con que mi miedo sea broma, 
una absurda pesadilla en la que todo
lo que asusta es nada, 
un sueño en el que la rabia se apaga con besos, 
los duelos son retos para dilucidar 
cual de los dos abraza más fuerte. 

La carretera es esta oscura serpiente
cada vez más borrosa 
que hacia acá nos separa 
y hacia allá, no nos une.
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jueves, 29 de marzo de 2018

¡No!

No existe soledad más dolorosa
que aquella que se clava en el alma
de quien está solo en una multitud,
del mismo modo que la hostia que más duele
no viene de una mano, sino de una mirada,
de una palabra escupida a distancia.

No hay en esta u otra vida un estruendo mayor
que la ausencia de caricias, que el insoportable
silencio atronador de la falta de ti.

No concibo un mayor dolor
que este "sintigo" lleno de tus anhelos
y recuerdos de otros tiempos,
de otras bocas,
de aquellos amores que sabías verdaderos,
de aquellas canciones que preparaban
noches perfectas llenas de aquella
que dices ya no ser tú, de aquel él que nunca fui,
de aquel él que nunca seré yo.

No imagino tener menos vida
que desear perder la poca que siento,
mayor atropello que aquel que pido a gritos,
que aquel accidente que me saque
de mi vida y de la tuya,
que me corte de un mundo que no es mío.

No hay,
No existe,
No concibo,
No imagino
vida,
amor,
risa,
felicidad
en ausencia de ti.

sábado, 17 de marzo de 2018

¿Qué es el tiempo?


Invisible

Paso desapercibido por delante de ti
como lo hacen los días que no importan
de los no vivos que deambulan por ahí.

Antes morir que perder la vida
me parece un lema que bien merece
escribirse en mi piel junto a las cuerdas
que me transforman en una marioneta
que pende de tres nombres.

Tres, como iniciales escondidas
cual cimientos que me sustentan,
que tiran de mí hacia la vida.

Vida.
Vida.
Vida.
Vida.

Ahí vuelven esas cuatro letras
de las que a veces quiero huir,
de las que nunca lo hago,
de cuando deseo llover,
de cuando sonrío y vuelo.

Tu cicatriz, mi pauta

Siento en lo más hondo de mi alma
que puedo convertirme en alguien
lo suficientemente bueno
como para que quieras escribir conmigo
mil palabras de amor,
cien canciones de vida,
sobre la pauta que te dibujó un cirujano.

Me refugio en vosotras dos

Me despierto de otro sueño, otro que,
como el anterior, no te contaré
porque aún no es el momento para ti.

Pasan los días,
las noches,
las semanas,
los meses en los que,
la paz que necesito,
sólo la encuentro
en tus verdes ojos,
en tu pícara sonrisa...
y en la dulce caricia de la música.

Me refugio en ella y en ti, en ti y en ella.

Busco en vosotras lo que no hallo en mí,
en la horrible sensación de mi absoluta,
desesperante, exasperante sensación
de invisibilidad, de transparencia,
de la más absoluta intrascendencia.

Pero, por suerte, con vosotras,
con la música y con el amor que siento por ti,
vuelve la luz, vuelve la calidez
de vuestros susurros en mis oídos.

Desde siempre.
Para siempre.
Gracias por coserme a la vida.