¡Qué cansado estoy de los que quieren salvarme!
Hay una cantidad ingente de personajes que nos quieren salvar de la maldad de las vacunas, la maldad de la sanidad tradicional, incluso de lo malas que son la educación y la sanidad públicas.
Pero los peores son otros, los que quieren salvar nuestra patria.
Aquí escribe uno que desconoce cual es la suya. Parafraseando, más bien, copiando vilmente a Antonio Martinez Ares, mi patria son mis niños, la única patria por la que moriría, la única por la que mataría.
Hay patriotas que prefieren destrozar su patria con una guerra que salvarla con una democracia. De esos hay muchos, entre los que podríamos alistar a muchos en el PP, algunos en el PSOE, bastantes en la Iglesia y todos en Falange y DN.
Luego, existen otros salvadores de otra patria más pequeña. Estos dicen que quieren salvar a un pueblo que sólo estaría a salvo si ellos desapareciesen. No saben (o sí y eso sería peor) que lo que defienden no existe. Están luchando como ratas bajo alcantarillas por unos ideales que están basados en los delirios de un loco, Sabino Arana (una arana, según los autodefinidos, es un embuste) que entre otras lindezas, como si fuese la reencarnación del Vasco Aguirre, que ese pueblo pertenece a una raza superior, cuánto recuerda eso a los asesinos Israelíes. Pues esas ideas, mezcladas con otras que llaman marxistas (nunca he terminado de entender el marxismo, seguro que entre otras cosas, por no haber leído los escritos de Marx; lo que sí he entendido es que, a lo largo de la historia, muchos han matado y pisoteado en nombre de esa religión) y que se fueron forjando en algunas iglesias, en algunos seminarios.
Curiosa la historia: el Vasco Aguirre se rebeló contra el rey de España con la bandera de su patria proclamando su libertad, en un sitio (América), en el que muchos mataban igualmente defendiendo la única fé verdadera; el cristianismo.
Que nos dejen en paz, que mientras ellos estén lejos, nosotros estaremos bien.
Hay una cantidad ingente de personajes que nos quieren salvar de la maldad de las vacunas, la maldad de la sanidad tradicional, incluso de lo malas que son la educación y la sanidad públicas.
Pero los peores son otros, los que quieren salvar nuestra patria.
Aquí escribe uno que desconoce cual es la suya. Parafraseando, más bien, copiando vilmente a Antonio Martinez Ares, mi patria son mis niños, la única patria por la que moriría, la única por la que mataría.
Hay patriotas que prefieren destrozar su patria con una guerra que salvarla con una democracia. De esos hay muchos, entre los que podríamos alistar a muchos en el PP, algunos en el PSOE, bastantes en la Iglesia y todos en Falange y DN.
Luego, existen otros salvadores de otra patria más pequeña. Estos dicen que quieren salvar a un pueblo que sólo estaría a salvo si ellos desapareciesen. No saben (o sí y eso sería peor) que lo que defienden no existe. Están luchando como ratas bajo alcantarillas por unos ideales que están basados en los delirios de un loco, Sabino Arana (una arana, según los autodefinidos, es un embuste) que entre otras lindezas, como si fuese la reencarnación del Vasco Aguirre, que ese pueblo pertenece a una raza superior, cuánto recuerda eso a los asesinos Israelíes. Pues esas ideas, mezcladas con otras que llaman marxistas (nunca he terminado de entender el marxismo, seguro que entre otras cosas, por no haber leído los escritos de Marx; lo que sí he entendido es que, a lo largo de la historia, muchos han matado y pisoteado en nombre de esa religión) y que se fueron forjando en algunas iglesias, en algunos seminarios.
Curiosa la historia: el Vasco Aguirre se rebeló contra el rey de España con la bandera de su patria proclamando su libertad, en un sitio (América), en el que muchos mataban igualmente defendiendo la única fé verdadera; el cristianismo.
Que nos dejen en paz, que mientras ellos estén lejos, nosotros estaremos bien.
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