"Teddy había mantenido tratos otras veces con presidentes que no serían reelegidos y éstos siempre se mostraban insoportables. Puesto que no habían de enfrentarse de nuevo con el electorado, sólo se preocupaban por su imagen. En sus últimos días se dedicaban a viajar a países lejanos acompañados por un numeroso séquito de amigos y allí celebraban cumbres con otros gobernantes tan salientes como ellos. Se preocupaban por las bibliotecas presidenciales, por sus retratos y sus biografías, de ahí que pasaran muchas horas con historiadores. A medida que transcurrían las horas, se iban volviendo cada vez más sabios y filósofos, y sus discursos adquirían un carácter más solemne. Hablaban del futuro, de los retos y de cómo deberían ser las cosas, olvidando hábilmente que ellos habían dispuesto de ocho años para llevar a cabo cuanto fuera necesario.
No había nada peor que un presidente saliente."
Esto lo he leído en el último libro que he terminado, "La Hermandad" de John Grisham.
No había nada peor que un presidente saliente."
Esto lo he leído en el último libro que he terminado, "La Hermandad" de John Grisham.
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