Con cuatro millones de parados, con los peores datos económicos en décadas, sumidos en una crisis internacional de las que marcan un antes y un después, con un buen puñado de recientes errores de bulto por parte del Gobierno… Ayer era el día en el que, como dice Manolo (y prácticamente todo el mundo), tocaba escenificar la soledad del Gobierno y, particularmente, la del Presidente; ayer era el día en el que los anales del Congreso y la historia del parlamentarismo patrio estaban esperando, con los brazos abiertos, el discurso del líder de la oposición; ayer era el día, en suma, de que Rajoy presentara sus credenciales a la Presidencia. Y lo peor, al menos para los suyos, es que las presentó. Enseñó, una vez más, unas credenciales tan malas que, con todo a su favor, acabó balbuceando excusas embarrado en su propia incoherencia discursiva.
Cuando Rajoy se volvió a la bancada socialista para pedirles que expulsaran al Presidente, ni unos ni otros podían creérselo. Los populares no salían de su estupefacción, no podían entender semejante majadería; los socialistas estallaron en carcajadas aliviadas, no podían entender semejante buena suerte; el resto de la cámara, entre jocosa y asombrada, presenciaba el ridículo. Ante la estupidez, la réplica de Zapatero fue un mazazo, “Su principal alternativa es que mis compañeros hagan lo que él no ha sido capaz porque ha perdido dos veces las elecciones. Si tiene la valentía presente una moción de censura”, valentía y dos derrotas electorales, mucho daño. Mas, peor que esta respuesta fue la réplica de Rajoy, “Si yo tuviera los votos y de mi dependiera tenga la certeza de que usted no estaría sentado ahí. El problema es que hay gente en esta cámara que tiene su responsabilidad y me dirijo a ellos, no me voy a dirigir a los dos diputados del BNG”. Triste y mala, por obvia, muy mala; porque sólo faltaría que teniendo los votos tampoco se atreviera, también le faltara el valor, con lo que sangra esa palabra en la derecha…
Era el día para la soledad de Zapatero pero fue la enésima escenificación de la soledad del PP, con Rajoy al frente. Casi nadie propuso nada, pero mientras el Gobierno se abrió al consenso, el PP se enrocó en el absurdo (porque absurda fue la petición, la única concreta, todo sea dicho, de reducir el gasto corriente de la Administración en 5.000 millones) y se quedó solo cuando el resto de los grupos cogió el brazo tendido del Presidente para buscar, juntos, una salida a esta situación.
El Presidente dijo que a finales de este trimestre se empezará a ver la salida, ojala, aunque yo sigo creyendo que 2011 será la fecha clave; de una forma u otra, yo sigo prefiriendo los errores de Zapatero a esa derecha carroñera que, una vez más, también retrato Rajoy ayer en el Congreso.
Salud
Aquí, el original
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