domingo, 13 de junio de 2010

Hoy por tí, mañana pa mí. Post del blog de platon: Recortes sociales ¡ya!

Si tienen ustedes la costumbre de segur los comentarios acerca de política económica, se habrán dado cuenta de que aquellos que bendecían sobre todas las cosas la política de déficit cero de los gobiernos Aznar, criticaban ferozmente el superávit del gobierno socialista, por escaso. Argumentaban que se está desaprovechando el excelente momento recaudatorio (¿bendita inflación?) llevando a cabo un crecimiento explosivo del gasto público. Para acabar con estos males y poder reducir los impuestos (que debe ser el objetivo de todo gobierno decente) hay que recortar gastos.
Ha pasado el tiempo. Una crisis financiera internacional ha estallado justo en el momento que el boom inmobiliario español comenzaba a agotarse. El cierre de la financiación exterior y el consecuente hundimiento de la demanda y la actividad han convertido el superávit en un serio déficit (nótese que cuando el déficit es privado no es un problema; sólo cuando es público). Sin embargo, el discurso de la oposición ilustrada es el mismo: Recorten gasto para poder bajar los impuestos.
Como es necesario crear y mantener infraestructuras; y la policía y la justicia no se pueden privatizar (tranquilícense, todo se andará), lo más beneficioso es hacer recortes en el gasto social, y así además se fomenta el trabajo y la nobleza de espíritu.
Pues aunque a estas “verdades” mil veces repetidas den pie a buenas discusiones, el que escribe les va a dar no sólo la razón, sino también algunas ideas de recortes que pueden ser beneficiosos para las cuentas públicas y el conjunto del país:
-Política agrícola: Se ha repetido hasta la saciedad que las disputadas subvenciones agrícolas van a parar a manos de terratenientes diversificados, no siendo útiles para el desarrollo rural ni para producir alimentos saludables. Y además, se le quita artificialmente mercado para los países del tercer mundo (ya saben, aquellos países cuyos ciudadanos no queremos que vengan a sobrevivir al nuestro).
-Fiscalidad: Impuesto de sucesiones: Contra la supresión, aumento. El cobro de una herencia sólo fomenta la holgazanería, el rentismo e incluso la cleptocracia del que piensa en sus sucesores.
-Educación: Existe oferta pública y también privada ¿Qué sentido tiene intervenir y distorsionar la libertad de mercado (y de elección) subvencionando la educación privada vía concertación? Si alguien libremente se concede el capricho de pagar por un servicio que se le ofrece de manera gratuita por motivos “estéticos” o “de clase”, pues que pague íntegramente por él; así se puede reafirmar el ego con dicha exclusividad. En consecuencia, carece de todo sentido que alumnos que acuden a centros privados puedan ser beneficiarios de becas. Ilógico, y además una afrenta.
-Política cultural: En lugar de fomentar el conocimiento del arte clásico para poder tener un poso sobre el cual crear criterio, se apoya la creación per se. ¿En serio es beneficioso y útil tener un festival internacional de cine y música en cada pueblo? Los fondos van hacia los organizadores de eventos, representantes y faranduleo en general ¿Ven ustedes cultura en eso?
-Fomento del deporte: Es sorprendente que no sólo no se denuncie, sino que se apoye, el derroche de dinero y bienes públicos en favor de los ex clubes de fútbol (hoy sociedades anónimas cuyo fin –legítimo- es el lucro) y en la organización de eventos para acaudalados deportistas profesionales. No parece que presenciando competiciones por televisión se consiga una vida más sana y un mayor aprecio hacia el esfuerzo continuado y el trabajo en equipo.
-Protección social: Fin al fondo de garantía de depósitos bancarios. ¿No existe un mercado de seguros? ¿Qué sentido tiene entonces intervenir y pervertir el mercado? ¿Donde están los argumentos sobre los que se apoyan los afectados por “el caso de los sellos”?; ¿Acaso debo reclamar responsabilidad al Estado sobre mi fracasado puesto de helados en el Polo Norte? Por no hablar de la opacidad fiscal de ese asunto.
Por otra parte nos encontramos con las utilísimas subvenciones a los automóviles de lujo, cenas en restaurantes y otros “gastos de representación” para las empresas.(¿No sabían que son gastos deducibles fiscalmente?). Obviamente, si no pagásemos entre todos los ciudadanos esas bicocas, el espíritu empresarial se iría a pique.
Otro ejemplo de derroche fiscal para protección social es la fiscalidad del ahorro. Cada vez que un gobierno toma medidas para favorecer tan responsable actitud, la tasas de ahorro caen ¿Criticas? Ninguna. Y es un caso de discriminación clara. En primer lugar, el trabajo está fiscalmente más perseguido que el ahorro. En segundo, el pequeño ahorrador paga el 18%, mientras que el grande el 1%, a través de las populares SICAV. ¿Fomento de la hidalguía, tal vez?
-Moderación salarial: Se nos ha repetido hasta la saciedad que nuestros políticos están muy mal pagados, porque en el sector privado podrían ganar mucho mas. ¿Y no será que los directivos del sector privado están demasiado bien retribuidos? A individuos a los que se les atribuye inteligencia, creatividad y capacidad de trabajo, el mero hecho de ejercer poder y ser reconocido por ello por los demás es más gratificante que el dinero (a partir de un cierto nivel) ¿O no es eso lo que dicen públicamente? Entonces, ¿qué sentido tiene que cobren más de seis cifras, amén de múltiples gastos pagados por la empresa (en realidad por el contribuyente)?
-Abaratamiento del despido: No sé a ustedes, pero a mi no me consta el caso de ningún alto directivo que sea despedido con 45 días por año trabajado. Blindajes, paracaídas dorados y generosísimos planes de pensiones están a la orden del día para quienes llegan a dichos puestos, sin importar la calidad de su desempeño. Y lo que es más importante: generalmente son ellos mismos quienes fijan sus propias condiciones. Es otro caso más de fomento de la incompetencia.
Observen que esta batería de propuestas claramente “antisistema” que nunca verán la luz por parte de ningún partido que no pretenda su desaparición, han sido defendidas utilizando una retórica liberal-conservadora típica. Así que cuando llamen a su puerta para venderles deliciosas recetas económicas aderezadas de carga moral y “sentido común”, olvídense de los condimentos y fíjense en quienes pueden ganar y quienes perder. No existen las soluciones únicas, ni las varitas mágicas, pero sí los intereses revestidos de iluminación divina.

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