miércoles, 6 de octubre de 2010

El gran Alter K, en el blog de Manolo Saco (one more time).

Hay algo que me llama mucho la atención en toda esta historia. En cuanto se menciona Venezuela, inmediatamente la conversación deriva hacia si Chávez es esto o lo otro, hacia si le apoyamos o no, hacia si es de izquierdas o un demagogo… Pero esta deriva es ridícula, demagógica, tiránica incluso, puramente fascista.
Chávez es un presidente electo democráticamente de un país soberano que tiene todo el derecho del mundo a elegir a sus gobernantes. Y si se afirma que las elecciones venezolanas no son limpias, lo mínimo que debería hacerse es presentar alguna prueba. Y si, todos conocemos a alguien, que tiene un primo, con un amigo, que tuvo que abandonar Venezuela cuando Chávez llegó al poder pero que su familia sigue allí y que le cuenta cosas… Y, a veces, esas cosas son las mismas que contaba el otro día, en un documental, una sobrina de Carmen Polo, a saber, que los rojos tienen rabo y huelen a azufre…
Es sorprendente que se hable de “régimen chapista” al referirse a una democracia cuyas elecciones están supervisadas, constantemente, por un ejército de observadores internacionales. Pero más sorprendente, y más indignante, es que se opine con un paternalismo que apesta a colonialismo barato. ¿Quiénes somos nosotros, desde la Europa de los Berlusconi, los Fini, los Le Pen, los Aznar, los Fortuym, los Haider y tanto otros; para juzgar las elecciones de terceros países? ¿Quiénes somos nosotros, que seguimos a la guerra al fanático inquilino de la Casa Blanca, aquel que aseguraba que invadía países por mandato divino; para juzgar quien es una amenaza para la humanidad? Nosotros, a quien el último dictador se nos murió en la cama y fue enterrado con honores de Estado; nosotros, que aún no hemos sido capaces de condenar un régimen de terror que llevó a la muerte a cientos de miles de conciudadanos; nosotros, que nos llenamos la boca de democracia mientras mantenemos los privilegios de nacimiento entre nuestra casta aristocrática; nosotros, que postramos genuflexo al Estado ante la cruz; nosotros, que no hace tanto veíamos votar a los muertos en limpias elecciones democráticas de sanguinarios ex ministros dictatoriales; nosotros, vivimos entre la corrupción política y la estafa generalizada a la Hacienda pública… ¿Quiénes somos notros?
Nosotros somos los que acusamos a las fuerzas de seguridad de organizar el 11-M, los que reíamos en la comisión de investigación, los que no conocemos límites en la carrera al poder, para quienes las palabras de los asesinos son ley si se avienen a nuestros intereses; al fin y al cabo, los de los pies encima de las mesas y el puro en el casino… Y otros diez millones que gustosos aplauden.

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