"De Gadafi ya he dicho lo que pensaba en otros comentarios y no me
repetiré, pero ahora quiero referirme a un hecho colateral (y nunca
mejor dicho a la manera eufemística de los señores de la guerra) como es
la muerte como espectáculo morboso, denigrante y deleznable. Creo que
el tratamiento “gráfico” dado por prensa y tv del linchamiento sufrido
por Gadafi es de ese tipo y me repelería incluso si el personaje fuera
Franco… fijaos qué os digo. Aunque muchas veces pudiera haber
acariciado la idea de una muerte humillante del Genocida Asesino (tipo
Mussolini) e incluso la haya comentado infinidad de veces con pasión, no
sé si es la edad o que cada vez me repugna más el abuso violento sobre
alguien indefenso, así sea un tirano, pero cada vez soporto peor la
visión de la muerte vil de la víctima y envilecedora a quien la
ejecuta.
Por eso me asquea el tratamiento hipócrita dado a las víctimas de ETA (que pareciera que no hubo, cuando la Dictadura, torturadores y asesinos con uniforme de almirante, ahora hermanados en esa procesión de espantos con tanto inocente sacrificado cobardemente en nombre de una patria irredenta) mientras siguen olvidados en cunetas decenas de millares de víctimas del fascismo…
Pero yo quería hablar del uso y abuso de la muerte ajena en los medios de comunicación. Porque, además de las estampas sangrientas de Gadafi, también me ha repugnado la delectación con que se nos ha repetido desde ayer las escenas de los atentados etarras, que casi parecía que esperan que llegue a rebosar la sangre y el vómito fuera de las pantallas, fuera de las hojas de papel… En este macabro festival de la sangre, la cultura de la muerte se da la mano con la banalización de la muerte. Las vísceras reventadas en videojuegos y películas de ficción se confunden con las reales producidas por un bombardeo dirigido por rayos láser, una bomba lapa bajo el asiento de un coche o un tiroteo indiscriminado en cualquier instituto o calle del mundo. Ya reina en todos los espacios aquel lema gritado sin piedad por Millán Astray, el militar demediado, ¡viva la muerte! Y así nos irá, si no le ponemos remedio".
Por eso me asquea el tratamiento hipócrita dado a las víctimas de ETA (que pareciera que no hubo, cuando la Dictadura, torturadores y asesinos con uniforme de almirante, ahora hermanados en esa procesión de espantos con tanto inocente sacrificado cobardemente en nombre de una patria irredenta) mientras siguen olvidados en cunetas decenas de millares de víctimas del fascismo…
Pero yo quería hablar del uso y abuso de la muerte ajena en los medios de comunicación. Porque, además de las estampas sangrientas de Gadafi, también me ha repugnado la delectación con que se nos ha repetido desde ayer las escenas de los atentados etarras, que casi parecía que esperan que llegue a rebosar la sangre y el vómito fuera de las pantallas, fuera de las hojas de papel… En este macabro festival de la sangre, la cultura de la muerte se da la mano con la banalización de la muerte. Las vísceras reventadas en videojuegos y películas de ficción se confunden con las reales producidas por un bombardeo dirigido por rayos láser, una bomba lapa bajo el asiento de un coche o un tiroteo indiscriminado en cualquier instituto o calle del mundo. Ya reina en todos los espacios aquel lema gritado sin piedad por Millán Astray, el militar demediado, ¡viva la muerte! Y así nos irá, si no le ponemos remedio".
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