* Texto escrito por el menda para "El Palé", Boletín Mensual de la Sección Sindical de CCOO en LIDL-Madrid.
Los medios de desinformación hacen mucho hincapié en esa idea que siempre tienen en la boca (no es casualidad eso de manosear un concepto hasta convertirlo en verdad absoluta en la mente de la mayoría) de que los sindicatos no deben meterse en política.
Llevamos muchos años de movilización de la clase obrera, tanto individualmente como representada por sindicatos y nunca se ha intentado separar la idea de política y economía, de política y sanidad, de política y educación, de política y trabajo. Parece ser un ejercicio de desgaste hacia la imagen del político vocacional, del mismo modo que se disfraza a todo sindicalista de aprovechado, por el mero hecho de que hay aprovechados en los sindicatos ¡mira tú! Como si no hubiese gente de todas clases en todos los sitios.
Llevamos demasiado tiempo en esto como para no entender que es una estrategia orquestada para llevar a la práctica aquello que decía Franco “que los españoles hagan como yo, que no se metan en política”.
Pues no. Política es todo. Política es fomentar el gasto en quienes más lo necesitan... o en los amigotes grandes empresarios. Política es meter más niños en las aulas, quitar las becas o reducir el número de profesores. Política es retrasar la edad de jubilación, recortar las pensiones y bajar los sueldos. Política es permitir que las aerolíneas pongan en peligro las vidas de los ciudadanos en aras de un mayor beneficio. Política es, en definitiva, lo que mejora o empeora la vida de las personas día a día.
El artículo 7 de la Constitución Española de 1978 consagra a los sindicatos como organizaciones básicas para la defensa y la promoción de los intereses económicos y sociales de cuantos vivimos en este país. Por lo tanto, los sindicatos somos unas entidades sociopolíticas que contamos entre nuestras funciones con la de controlar e influir en toda ley que limite o amplíe nuestros derechos laborales, sociales o económicos. Por lo tanto, hablar de salarios es cosa de sindicatos, sí, pero no solo del salario directo que es aquel que cobramos cada mes quienes tenemos la “suerte” de estar a sueldo de algún empresario “modélico” de los muchos que andan por aquí, sino también el salario diferido, que es aquel que no recibimos directamente, pero que se destina (a través de nuestras cotizaciones, las cotizaciones empresariales y los impuestos) al bienestar común e individual de cada uno de nosotros. Como ejemplo, en las nóminas nos descuentan una parte de nuestro salario que, sumado a lo que cotiza por nosotros nuestra empresa, va destinado a tener una Sanidad que, remitiéndonos otra vez a la Carta Magna, es universal y gratuita.
Pues, bien, viendo esto ¿acaso no entra dentro de nuestros derechos como sindicato y de nuestras obligaciones como representantes de todos los trabajadores -afiliados o no a CCOO- vigilar que no se pierda poder adquisitivo o no se dejen de percibir partes vitales de esos salarios diferidos? Porque, que nos expliquen por qué cobramos menos de lo que debemos si encima tenemos que pagar por la educación, sanidad o seguridad de nuestros hijos, mientras ellos (empresarios, gobernantes y diputados), lejos de apretarse el cinturón, se suben los sueldos, aumentan los cargos de confianza y las comilonas a nuestra cuenta, mientras la clase obrera está cada vez más cerca de lo que muchos desean: que los hijos de los trabajadores vayan a la fábrica en alpargatas, en lugar de a la Universidad con zapatos.
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