Los armónicos en la música, son las frecuencias secundarias que acompañan a la principal y que en ocasiones no son audibles, o al menos, no son las que percibimos claramente. En Fórmula 1 son esas "notas" que pudimos escuchar en el motor de un Renault "tocando" el God Save The Queen en 2007.
Fuente wikimedia.org |
Mejor dicho, en lugar de decir "son esas notas", tal vez debería haber dicho "eran esas notas" porque, ahora, en esta nueva Fórmula 1 cada vez más autolimitada, "los notas" somos quienes seguimos dedicando parte de nuestras vidas a disfrutar de un deporte que, si bien es cierto que ha tenido innumerables complots y conspiraciones a lo largo de su historia, tal vez estamos viviendo una época en la que existen infinidad de posibilidades para innovar, se dedican a disparar en su propio pie, dificultando con países exóticos sin tradición (y sin afición en algunos casos), pésimos horarios, absurdas regulaciones, disparidad de criterios de los comisarios, sanciones exageradas y zancadillas a quienes simplemente se dedican a intentar adelantar.
Bien, volviendo a la música que te lleva a lugares y tiempos lejanos, trae consigo alegrías y penas, sabores y olores, frío en la piel, aplicados a la Fórmula 1 esos armónicos, esas notas agudas y potentes, han dado paso a un sonido bronco, rasgado, de cantante de Jazz fumador y borracho que trae consigo tristeza y añoranza; tristeza por la música que escuchamos; añoranza por la que escuchábamos.
Si en aquel primer Ferrari que escuché in situ, en aquel F2002 sólo podía escuchar "La cabalgata de Las Valkirias" de manos de una orquesta sinfónica, en los coches de hoy en día, parece que estemos escuchando Cadena Dial.
Mercedes, en esta nueva época híbrida, nos trajo un disco de Pablo Alborán, liderando con su W05 todas las listas de éxitos, copando minutos de radio con su voz quejumbrosa, a veces grave, a veces aguda, pero siempre suavecita, sin percusión, sin fuerza, tal vez sin pasión, con muchos melismas, con algunos gallos. Con el SF15-T, Ferrari ha puesto en el mercado un disco de Melendi, una música fácil de escuchar, con alguna carga de profundidad en sus letras, pero bastante plana cuando juzgamos su forma de cantar (por decirlo de alguna manera) porque, sí, han ganado alguna carrera, su música puede incluso emocionarte, pero siendo objetivo, por muchos tacos que diga en sus frases, es una música tan ñoña como la de Pablo Alborán. Vamos, que aunque el rojo parezca más apasionado que el frío gris, tienen demasiados puntos en común como para que me gusten más que "La Flauta Mágica" ¿de Mozart? No, del McLaren que en manos de Ayrton Senna y Alain Prost no sólo fue "el disco más vendido", sino que obtuvo el 92% de los puntos posibles.
Y para terminar con los símiles musicales, me está costando mucho trabajo comparar la tos psicógena de otro McLaren, de otro McLaren con motor Honda, de otro que no es el MP4/4 del que hablábamos antes, sino el sonido del violonchelo desafinado con el que Fernando Alonso y Jenson Button tratan de terminar las carreras. No quiero compararlo con la voz de Joaquín Sabina, porque corro peligro de morir en manos de algunos amigos. Tampoco me arriesgaré a que mi pareja me agreda porque compare al lamentable MP4-30. En ningún caso padeceré el acoso que me esperaría de compararlo con Alejandro Sanz (hablando) o con Enrique Iglesias (haciendo eso que él llama cantar). No, lo dejo a su elección, querido lector. Póngale el nombre que usted sufra cuando vaya de viaje y su pareja insista en hacerle daño en los oídos. Compárelo con aquellas cintas de Los Chichos con los que su padre les maltrataba camino de Torrevieja. Incluso, yendo más allá, llamémosle "sonido Mercadona", como llamo a esas malditas cancioncillas que, una vez escuchadas, se te meten tan dentro que te invitan a no volver a salir de casa y a no poner la tele. Aunque haya Fórmula 1.
A. Santiago @soyelantonito
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