En plenas fiestas,
casi disimuladamente,
la mujer de la que fui vida
cumple un año más.
No siento haber estado nunca
a su altura aunque la adolescencia
y, ahora, la vuelta a casa, me hayan
hecho creer más alto,
aunque mis locuras sean de traca,
no llegarán nunca a las suyas.
Es alguien especial y
espacial a partes iguales,
la amenaza constante de frases geniales
y la ya abuela que mete cinco euros
en el bolsillo a traición.
Hoy, que la vida me ha llevado
a tiempo parcial a la habitación
que me vio crecer,
estoy disfrutando de unas cuantas "almudenadas" extra.
Una cositas de mi madre querida
que "en condiciones ideales"
me habría perdido... lo que me lleva
a pensar que todo pasa por algo y que
no cambio muchos de estos momentos
vividos por mil cosas o casas.
Te quiero, mamá:
no cambies nunca,
y menos si te lo pido yo.
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