Me despierto de otro sueño, otro que,
como el anterior, no te contaré
porque aún no es el momento para ti.
Pasan los días,
las noches,
las semanas,
los meses en los que,
la paz que necesito,
sólo la encuentro
en tus verdes ojos,
en tu pícara sonrisa...
y en la dulce caricia de la música.
Me refugio en ella y en ti, en ti y en ella.
Busco en vosotras lo que no hallo en mí,
en la horrible sensación de mi absoluta,
desesperante, exasperante sensación
de invisibilidad, de transparencia,
de la más absoluta intrascendencia.
Pero, por suerte, con vosotras,
con la música y con el amor que siento por ti,
vuelve la luz, vuelve la calidez
de vuestros susurros en mis oídos.
Desde siempre.
Para siempre.
Gracias por coserme a la vida.
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