Como sabéis, soy Catedrático por la Universidad de Parla en Economía Insostenible y en Derecho e Izquierdo. Por ello, me voy a permitir hacer una entrada en mi blog (no se puede considerar un artículo de opinión porque, en todo caso, serían dos y por dos artículos tendría que cobrar lo que por uno; por ahí, no paso).
A lo que vamos. Resulta que, según nuestro ordenamiento jurídico (que es eso de las leyes), cuando pasa un periodo de tiempo establecido por las leyes (distinto en cada tipo de delito, excepto los crímenes de lesa humanidad pero, como en España esos no se juzgan*, no perderé el tiempo con ellos), el delito prescribe, de tal modo que, en lugar de juzgarlo, el Juez de turno dictamina (o falla, que sería más correcto en el amplio sentido de la palabra) que "el presunto delito se cometió hace tanto tiempo que, según las leyes, no se debe juzgar".
Vale, puedo entender que en el caso de un yonki que roba un jamón en el Carrefour, sea una putada que, una vez rehabilitado y habiendo rehecho su vida, venga un Juez a decir que tiene que pasar 6 años en la cárcel, pero se da la circunstancia de que este tipo de cosas pasan a diario. Lo que no pasa nunca es que la justicia sea justa. Si Carlos Fabra, Presidente de la Diputación de Castellón, hace que se cambie cada cuatro días al juez que debería instruir su caso, pues sucede que va a juicio por estar imputado en todos los delitos posibles una vez ha prescrito el delito. ¿Se alegra? Sí. ¿Si yo fuese inocente de un delito que se me imputa, estaría contento de que no se acabe juzgando mi caso? No, no y no. Eso ya me permite juzgarle a él y a todos sus compañeros de partido que han interpretado la prescripción como una absolución. Este caso, podría aplicársele a Los Albertos, a César Alierta y a tantos hijos de puta que, escudados en su poder y en sus influencias (y lo tanto que influye su poder en los jueces, los auténticos dioses de nuestro tiempo, una verdadera raza superior), se mean en nosotros y en la presunta igualdad de derechos de todos los españoles. Véase aquí que, como en tantos otros casos, utilizo "presunta" casi como dedo acusador, más que como una presunción.
¿Qué tiene que ver la economía, nuestra economía con todo esto? Me he dejado un asterisco colgado por ahí arriba que, junto con el que os cuele ahora, trataré que sea el nexo de unión entre una cosa y otra; luego lo explico.
Resulta que nos suben la luz*, el gas, la gasolina, los precios de casi todo (excepto de los pisos, pero claro, los pobres no podemos cambiar de pisos como los ricos cambian de Mercedes), mientras nos bajan los sueldos (una congelación en este contexto es, en la práctica, una bajada), nos quitan (lo de quitan, podríase cambiar por roban) los subsidios (¡los llaman subsidios, caridad, me cago en sus muertos!), las ayudas y los descuentos, mientras nos suben los impuestos injustos (los que no son proporcionales, como el IVA), mientras se los bajan a ellos. Pues esto no es lo que más me cabrea, sino que lo que me toca las pelotas es que salga un Ministro (Sebastián, dice que es socialista; digo que por los cojones) y dice que "eso no es ná, va a suponer el precio de un café al mes. Pues, mire usted, señor Ministro, el que aquí escribe no entra a un bar para tomar un café desde el mes de Junio. Así que váyase usted a casita, se coje su puño y su rosa, y se los mete por el culo.
* Tanto el Poder Judicial como las tarifas eléctricas, son errores heredados del pasado (yo diría, más que errores, aciertos de parte, jugadas hábiles de los poderosos para perpetuarse en la impunidad -gracias a sus más que amigos Jueces- y en la riqueza -gracias a sus más que amigos políticos-).
La judicatura continúa en el franquismo y el pasado, hasta tal punto que son capaces de hacer una huelga ilegal porque les obligan a utilizar ordenadores.
Cuando Josep Piqué (antes de volver a Cataluña, era conocido como José; a la inversa de lo que sucedió con el delincuente Jaime Matas, que se convirtió en Jaume cuando vino a Madrid de Ministro, porque entonces convenía hablar catalán en la intimidad) era Ministro de Industria y dentro de la política de reducción del déficit, la inflación y todo eso que nos hacían cumplir para entrar en el Euro (vaya planazo, por cierto), el Gobierno del borracho con musculitos de Aznar, acordó con las eléctricas una subida diferida de las tarifas, algo así como "no me subas hoy un 0,5% y cuando vengan otros, les subes un 5%"; no es una forma de hablar, fue más o menos así.
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