En su nacimiento, la Scuderia Toro Rosso pretendía ser la plataforma a través de la cual, tendrían volante en la Fórmula 1 dos miembros del programa de jóvenes pilotos de Red Bull.
Fuente Getty Images |
La cuestión es que, hasta ahora, tal vez sólo Sebastian Vettel había llegado para hacer bueno ese proyecto que vendían, basado precisamente en el pastizal que conseguían los austriacos vendiendo taurina y azúcar.
Nutricionalmente, la popular bebida energética es poco más que chucherías con café, pero el proyecto de Toro Rosso está nutriendo el mundial de un talento desmedido en sus dos jóvenes pilotos, uno de ellos, Max Verstappen, un holandés que no podría ni apuntarse a la autoescuela y un madrileño que es mucho más que una cara bonita, que tiene potencial para ser algo más que el hijo de todo un campeón.
Por supuesto, mañana bien podría pasar que la casa madre, Red Bull, volviese a despegar y se colocase como alternativa a Ferrari en esa luchas por ser los primeros perdedores (de hecho, viendo la carrera que han hecho en el Gran Premio de Mónaco, esos dos coches con dos buenos pilotos, han vuelto a ser competitivos), pero lo que no va a quitar nadie a Carlos Sainz y a su joven compañero, es la alegría de animar estas primeras carreras de la temporada y, desde luego, esta competitividad dentro de sus posibilidades, no estaba ligada sólo al arreón pre-Montmeló que todos los años da alguno de los equipos menos favoritos, sino que tienen un buen chasis, una buena aerodinámica, un motor que funciona... y dos pilotos con presente y con futuro.
Antonio Santiago @soyelantonito
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