Sabéis, que no creo en dioses ni
en los hombres que hablan por ellos.
Sabéis, que tampoco creo en reyes,
ni amos, porque ninguna mujer,
ningún hombre, debería padecer
para la gloria y la riqueza de otros.
Pero, como creo en el amor y éste,
el mío, no tiene medida, que es algo
que esta cabecita loca no puede
asimilar por ser tan cuadriculada,
por querer controlarlo todo, por querer
evitarle más daños a un corazón
por el que teme, sin motivo, pues
no hay nada más fuerte en este
o en otros mundos, nada, creedme,
que un corazón lleno de amor.
Así que, ahora que sé que venís
de la tierra que tanto anhelo, ahora,
compadres míos, que sé que venís
de la golpeada pero alegre Andalucía,
os pido en confianza que traigáis
a su vida, a la mía, mil momentos
en los que sonreír, millones de besos,
de risas, más serenidad, en definitiva,
traednos más risas y menos lágrimas,
porque no quiero nada más que
quererme lo suficiente como para
dejarme ser feliz, amar tanto como
para ver cómo es feliz, aún en la lejanía.
Por todo esto, queridos Reyes Magos,
si no me lo traéis, traedme su carta,
porque no hay papel, caja, regalo capaz
de compensar lo que nos negáis.
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