domingo, 31 de enero de 2010

Gutiérrez, ese gran desconocido.

José María Gutiérrez, Torrejón de Ardoz.

Así visto, tal vez penséis que es un albañil, un soldador, un mozo de almacén, pero nada más lejos de la realidad. Es la antítesis del currante, en cuanto a la rutina del esfuerzo establecida por otros. Cada uno de sus esfuerzos están justificados, como si el mero hecho de esforzarse sin un fin plástico fuese una pérdida de tiempo o el fin, propiamente dicho.

Pero puede que la belleza y el arte no sean el fin, sino los medios. Puede que los artistas de medio pelo vivamos en la búsqueda de una meta, cuando para un verdadero artista el fin es el propio camino. ¿Qué es lo bello del Adaggio de Tomasso Albinoni? ¿La obra en sí? ¿Lo bello que es cada momento? Yo me quedo con lo segundo, con el trayecto hasta que acaba, no con el resultado final.

Y ahí es donde entra ese hombre. Según he oído, Curro Romero (al que odio sólo por su profesión, así, como si fuese empresario) dijo una vez algo así como que "Si toreara todos los días bien no sería un torero, sino un currante" y ahí está el meollo de la cuestión que nos ocupa. Dicen los muy entendidos que Guti es inconsistente, que hace un partido bueno de cada cuatro, que por cuatro cosas que hace no se le debe consentir todo lo demás, y yo les digo que eso es mentira y que, además, una de esas cuatro cosas es más de lo que muchos otros pueden dar en toda una carrera, que sólo una de esas cosas bien valen una carrera. Ahí es donde podemos diferenciar el ARTE del deporte. 

Los esfuerzos, sean para otros menos dotados; sólo los elegidos hacen música con una esponja.

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