martes, 10 de agosto de 2010

No, si eso es como todo.

Me encontraba en medio de una pelea tonta cuando me se ha pasao una idea por el celebro: habría que utilizar el lenguaje tal como hacíamos de niños, sin retorcerlo, sin eufemismos.

Aznar es uno de los mayores hijos de puta que ha dado la cosa pública en los últimos 40 años. Así, tal cual, igual suena fuerte, pero tampoco creo que tenga que explicar durante mucho tiempo el por qué para que el personal acabe dándome la razón. Si nos mintió sobre el mayor atentado de la historia de su amada Patria ¿por qué fiarnos de nada que diga?

Zapatero es uno de los mayores traidores de la clase trabajadora desde Felipe González. Esto, aún no sonando tan fuerte como lo anterior, tal vez merezca una explicación más larga, máxime cuando un servilleta ha proclamado su amor hacia él hasta la extenuación, hasta el punto de que si me afilié al PsoE fue por él, por su programa, porque me lo creía, defendiendo lo indefendible con las excusas más peregrinas (que si gobierna en minoría, que si bastante hace según están las cosas, que si con el PP estaría todo peor aún; cosas que, siendo verdad, no hacen menos dolorosas las puñaladas). Él, con su cara de bueno, nos pidió a los jóvenes (sí, qué pasa, yo pertenezco aún a ese grupo poblacional) confianza, nos prometió que no nos fallaría y se ha sacado de la manga (de la manga de Díaz Ferrán) una reforma que vende a los jóvenes, vende a los trabajadores en general y nos va avisando de que las cosas se pondrán peor para nosotros, de que en breve irán las pensiones, el copago sanitario y sus muertos tós.

Pues, eso: que los pelos en la lengua nunca han sido buenos, vengan de la actividad que vengan. Menos si es de hablar de nuestros empleados, de nuestros supuestos representantes.

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