miércoles, 20 de julio de 2011

"El interés inmediato de Rubalcaba es sacar a la izquierda del pesimismo".

Así termina un artículo de Público en el que nos cuentan las cosas que dijo el ya candidato del PsoE en un encuentro con los Senadores, Diputados y Eurodiputados de su partido.
Lo cojonudo es como empieza. El título es el siguiente: "Rubalcaba toma distancia con la reforma laboral y la política fiscal. El candidato reconoce que la regulación que provocó la huelga general "no crea empleo".
Muy bien. Yo no quiero un Presidente que necesite de un año para darse cuenta que llevábamos razón quienes nos oponíamos a una decisión suya, no solo por atentar contra los derechos de los trabajadores, sino también por la inutilidad de la medida para luchar contra el pretexto que nos ofreció el Gobierno, contra el alto nivel de desempleo que padecemos.
Repito e insisto en lo de pretexto, porque fue (no lo olvidemos; no lo olvidaremos) una cesión gratuita a nuestra cabronal y a los malditos mercados golpistas. Insisto porque solo fue, como digo, un pretexto para aprobar una reforma que solo querían quienes más se opusieron a ella; solo hay que recordar que, mientras CCOO y UGT pedían tiempo para leérsela y estudiarla, la CEOE con el entonces empresario ejemplar Díaz-Ferrán a la cabeza, la criticaban desde el minuto uno por insuficiente.
Pues eso, que Rubalcaba se opone a una reforma que no funciona para llegar a los presuntos objetivos de la misma. Me pregunto (retóricamente, claro) si se desmarca porque no funciona (para lo que nos contaron, no para lo que la hicieron; el objetivo para los empresaurios siempre fue un despido más barato y ellos han seguido despidiendo, ahora más barato; visto así, la reforma ha sido todo un éxito) o lo hace porque la mayoría de quienes podríamos haber sido sus votantes somos los que nos desmarcamos de un miembro del Gobierno que lo aprobó (hasta hace cuatro días, el número dos y portavoz) y ahora número uno del partido que apoyó incondicionalmente esa y otras medidas que atacaban frontalmente los derechos de la mayoría del pueblo por el que dice trabajar.
Eso sí, que nadie dude de que, aunque dijese más arriba que no quería a un presidente que necesitase un año para darse cuenta de que estaba equivocado, menos quiero a otro que lleva 8 años al sol, tocándose el nabo (quién sabe si pensando en el dedo que le señaló) sin hacer nada bien. Nada que no sea hacer daño a su país y a las instituciones (a todas, menos a la Iglesia, claro) del mismo.

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