sábado, 22 de septiembre de 2018

Desafecto

Cogería mi guitarra si no tuviese ganas de quemarla,
del mismo modo que volvería a conducir sin rumbo
en busca del sueño que casi puede conmigo.

Sin ganas de mí, vuelvo a ajustar el cilicio
que rodea las purulentas heridas de un muslo
vacío de la sangre que no transita por este circuito
carente de un corazón que la bombee,
lleno tan solo del vacío más absoluto.

Descarno mis no tan anchas espaldas
con hambre de venganza, con el único objetivo
de marchitar esa sonrisa que me hace atractivo,
que no guapo, que cierra más aún estos ojos
demasiado verdes para tu gusto,
demasiado pequeños para el mío,
demasiado perspicaces como para permitirme
no ver cuando veo.

Mientras busco acabar con el mosquito
que toca la corneta cerca de mi oído derecho,
escribo una vez más las primeras palabras
que pasan por el telepromter de mis días,
sintiéndome
un periodista que se limita a leer en voz alta
la vida que otros dedos dictaron, como el pez
que se traga un anzuelo sin cebo,
como el conductor que enfila avenidas
sin mirar los semáforos porque cuenta monedas,
como el pájaro que se parte el cuello contra
cualquiera de los cristales con los que todavía
nadie ha pensado hacia dónde abrir sus venas.

Me quedo sin ganas de preparar una olimpiada
cuando sé que no podré ganarla,
que nunca lograré las marcas de otros atletas.

Me quedo sin ganas de respirar el aroma pestilente
de desesperantes profecías autocumplidas.

Me quedo sin ganas.

Me quedo.

No hay comentarios: