martes, 2 de octubre de 2018

El moderno Prometeo

Como una Mary Shelley de la cuna de Cervantes,
creaste, negro sobre blanco, a un médico loco
que creyó lo suficiente en lo imposible,
que consiguió lo impensable.

¿Por qué jugaste a ser dios?
¿Por qué me diste la vida?
¿Por qué, alfarera, manchaste tus manos de barro
para moldear a este engendro, retal sobre retal?

Junto a la Diosa del la sabiduría, Prometeo,
hijo de un Titán y de la tan bien traída Pandora,
engañaron a Zeus para crear al hombre
y tú, con el rayo del mayor de los dioses Olímpicos,
inventaste a este monstruo con corazón.

La bestia, feliz por aprender a amar,
deambulaba torpemente tropezando sin parar,
asustando a los pueblerinos por bruto,
a los dioses por aberrante y a ti por ti.

Ahora, me debato entre la esperanza y el temor,
porque si no existe un dios que nos castigue,
tampoco encontraremos  un dios
que nos perdone por matar al amor.

Y ahora que me acerco al punto final,
recuerdo el día que me creaste
bendiciendo nuestro infinito amor,
y la noche que me condenaste a jamás conocer
a otra diosa que me diese vida como lo hacías tú.

Paradójicamente, finalizo este libro
deseando usar las manos que antes te hacían temblar,
para arrancarme con rabia estas atávicas ganas de ti.

No hay comentarios: