sábado, 16 de abril de 2011

Sobre los medios y los extremos.

El pasado jueves escuché una información que me dejó temblando. Aún no sé si de frío, de rabia o de indignación.
La cuestión venía sobre el intento de Camps (y la desautorización desde Génova, que hizo dar un paso atrás en sus intenciones al PP valenciano) de censurar a, espero que no me falle la memoria, Telecinco, TVE, Cuatro y La Sexta, alegando ante la Junta Electoral Central que la información de estos medios atentaba contra lo que ha de ser la información plural y aséptica dentro de la campaña electoral.
Vayamos por partes, aunque no lo sepa el PP (ni otros, claro), aún no ha empezado la campaña, no siempre es campaña; aunque no lo sepa el PP (ni otros, claro), información plural no es publicar al dictado; aunque no lo sepa nadie (el PP y otros, sí), esto tiene tela. La posibilidad de vetar medios, de censurar información porque ésta no guste ¡está legitimada!
Según contaba una tertuliana de Hora 25 la noche del jueves (recordad que así empezaba todo; al final va a ser verdad eso de que me enrollo criminalmente), esta situación viene arrastrada desde las primeras elecciones post-franquistas. La situación hace 35 años requería (según los partidos de entonces que, más o menos, son los de hoy) una especial protección en torno a la publicidad positiva de los partidos políticos. Vamos, que desde el primer día se protegió la partitocracia, más que la democracia. De este modo, se aseguró que durante las campañas electorales toda la población estuviese informada sobre los programas de los diferentes partidos (por supuesto, para mantener las cosas como convenían, el reparto de tiempo, posición e importancia venía dado por la representatividad de cada partido; así, no se le daría voz a ningún partido, por mucha fuerza que hubiese ganado por su trabajo entre elecciones, no fuese a ser que alguno contase las verdades incómodas que tanto se afanan por ocultar -pactándolas, estas sí- los dos grandes partidos).
¿Cómo conseguir esto? El mecanismo es sencillo: publireportajes directamente trabajados por los partidos.
¿En qué ha derivado esto? En que, cuando llega la información de campaña durante los informativos de todas las cadenas de televisión (incluidas las privadas, que manda huevos), deja de haber información, se ofrece el corte y la frase que al partido más le convenga (hasta el punto de calcular dentro de los discursos cuando soltar la perlita "que entramos en directo en este preciso instante; ahora candidato, que sales en la tele").
Por lo tanto, durante las campañas electorales vivimos de hecho un tiempo de excepción, como si fuese una situación de emergencia nacional cualquiera.
¿Cómo es posible que los profesionales de los medios hayan llegado hasta el punto de verse censurados por no decir lo que a los poderosos les conviene? Habría que señalar que tal vez no se ha llegado a ningún punto distinto del de partida, porque tal vez estamos en la casilla de salida y, desde entonces, solo hemos avanzado en número de elecciones, no en democracia.
El compañero Donato Expósito, refiriéndose a la legislación laboral, me indicó en alguna ocasión que, si mirabas fríamente los datos objetivos de los que disponemos, este castillo de naipes al que todos hemos llamado democracia se viene abajo sin que sople siquiera una leve brisa.
¿Se puede llamar información a la promoción? ¿Se puede llamar estado de derecho a lo que, claramente, es un estado de derechas? ¿Se puede llamar democracia a lo que más parece elegir quién te jode, elegir quién te roba?

No hay comentarios: