martes, 14 de febrero de 2012

Me están tocando las pelotas.

Oh, sí.

Estoy bastante harto de ver a los trabajadores a los pies de sus asesinos mientras éstos solo paran de relamerse para reírse de ellos.

Ahora resulta que CCOO y UGT están más preocupados por el seguimiento de una más que necesaria HUELGA GENERAL que el propio Gobierno.

Después de mucho defraudar (como nosotros), después de mucho mirar para otro lado (como nosotros), después de mucho tragar (¡como nosotros!), el pueblo griego, ahora que le han desposeído de casi todo, muestran lo poco que les han dejado: la dignidad.

Estoy ya acostumbrado a estar rodeado de imbéciles que creen saber sobre lo que opinan, aunque se sepan incapaces de defender lo que dicen; harto de ver como, a pesar de ser cada vez más quienes odian a la institución SICAR, acuden sin falta a su misa dominical porqueesquehijamíasinoseenfadalacatequista; hasta el mismo ciruelo de escuchar a quienes están a mi alrededor cosas como que Melendi es un gran artista; pero lo que no puedo aguantar, ante lo que me rebelo y me rebelaré mientras me quede aunque solo sea un pedazo de mi conciencia de clase, es a la falta de dignidad que supone no levantar la voz, aunque solo sea un poquito, ante un abuso. 

La injusticia, a fuerza de repetición tras repetición, se convierte en el pan nuestro de cada día, pero eso de asumir como bueno lo que solo es normal (algo normal no es algo bueno o correcto, del mismo modo que algo radical, no es algo alocado o fuera de sí, sino algo que procede de la raíz misma de la cosa que se trata).

Pues eso, me parece vergonzoso agachar las orejas en una reunión con la ministra del paro y la destrucción de lo poco digno que quedaba en nuestros trabajos (los que, cada vez menos, aún tenemos la ¿suerte? de poder tener un empleo) y acudir, al día siguiente, ante tus afiliados, ante tus delegados, ante los que te han puesto donde te encuentras, a decirles lo que les dice Rajoy: hay que hacer sacrificios. 

Vale, prefiero sacrificar mi salario de un día, de una semana, de un mes a cambio de reclamar que no me jodan, que no jodan a mis compañeros, que no jodan el país que tanto dicen amar los de las banderitas, que ser un indigno, un insolidario y un vendido al capital.

Me cago en todo y en todos.

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