miércoles, 10 de diciembre de 2014

La soledad es testigo...

Así empieza una copla que Don Juan Carlos Aragón Becerra nos regaló hace siete carnavales.

¿Qué es la soledad? ¿Existen diferentes grados de soledad?

Supongo que esto, como casi todo, es totalmente opinable y subjetivo. Tanto, como que del mismo modo que pasa con muchas otras cosas, pueden opinar hasta quienes no saben de lo que hablan puesto que, por suerte, nunca se han sentido solos.

Se siente frío, se siente calor; ruido y silencio; vacío y saturación; apatía y sobreexcitación; ganas de empezar con algo o de terminar con todo.

La soledad es un término casi filosófico puesto que, si tienes soledad, al menos tienes algo. Y creo que no hay mayor soledad que la que uno siente, no ya cuando está con gente, sino cuando está en presencia de quien más quiere, pero no en su compañía.

¿Cuantos patitos feos se han sentido solos? ¿Cuantas de esas veces (y probablemente esto sea lo más triste de la soledad, su forma de profecía autocumplida) uno está solo porque se descarta como merecedor de atención y compañía? ¿Cuantas de esas veces, honestamente se puede afirmar que se ha hecho todo cuanto fuese posible por acabar, no ya con esa soledad, sino con la falta de la compañía que uno ansía?

Como digo, al ser esta una cuestión personal (sólo puede ser personal lo que se hace en soledad), cualquiera puede opinar, cualquiera puede creerse en posesión de la verdad, pero sólo el que nunca la ha sentido, sabe lo que es la soledad, del mismo modo que sólo el que se ha sentido rechazado, sabe lo que es el amor.

Levanta la puta cara y busca conseguir lo que deseas. Búscalo con todas tus fuerzas y el camino te reconfortará lo suficiente como para no sentirte solo porque, como dice David Esteban, hay que pelear hasta el final para conseguirlo y si al final no lo consigues, es porque, simplemente aún no es el final.

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