lunes, 12 de julio de 2010

Holanda-España: la final, el título.

Sé que mucha gente pensará que el resto de crónicas están equivocadas y alguno habrá que piense que no tengo ni puta idea de lo que hablo, pero lo que sí quiero dejar claro hoy es que, además de mal escrito (como siempre), hoy no será una crítica meditada, conforme a lo acostumbraro, que los halagos serán desproporcionados y los insultos se quedarán cortos. Y todo porque estoy feliz.

Comenzaré por el final. Cuando el árbitro pitó el final, sólo tuve lo que se podría denominar un bajón. Fue la consecuencia de una sensación de deber cumplido, de consciencia de lo conseguido, de encontrarme con una cinta métrica frente al Universo. Entonces era pequeño y quería ser abrazado. Como no fui a buscar el abrazo, me quedé sin él pero no me importó, lloré igual. Sí, se me calleron unas lágrimas porque en el minuto 85 vi que nos presentábamos en los penaltis y que no metíamos ni uno. Vi lo mismo en el minuto 117, unos segundos antes del gol. "Sabía" que, otra vez, iba a ganar el que no lo merecía, de hecho, durante un segundo (o menos) llegué a plantearme que podía estar equivocado. Tonto de mí: olvidé la Eurocopa.

Ganó el fútbol, ganó quién debía ganar.

Hablaré ahora de dos cosas que pasaron después: la rueda de prensa de Van Marwijk y la entrevista en el túnel de vestuarios de Sara Carbonero a Iker Casillas.
El seleccionador holandés, tras reconocer (cosa que le honra en un momento tan difícil como ése) la justicia que había significado la victoria de España, dijo lo siguiente "No quiero pensar en el árbitro, creo que gana el mejor equipo, pero cuando pienso en la jugada de Robben creo que debió sacar dos tarjetas amarillas. Webb pitó a España contra Suiza y se equivocó en ese partido. Puede que eso haya influido esta noche."  Pues no, majete. Yo me acuerdo de la puta madre de Van Bommel y de De Jong, de los muertos de Heytinga y de los cuernos de Van Persie, de la calva de Robben y el mal perder de Seneijder (también me acuerdo de que he de estudiar holandés si quiero escribir bien sus nombres, pero no merecen por guarros, malas personas y asesinos que me vaya a buscar la ortografía holandesa correcta. Además, de la zona, los únicos buenos serán los flamencos -y por el nombre-).
Lo de Casillas fue emocionante porque vimos la ilusión de un campeón, la emoción de un país (y el sueño de muchos) en ese beso. Debería habérselo dedicado a los que tanto jodieron con tonterías cuando no había otra cosa de la que hablar (y a J. J. Santos que, aunque llevaba razón en meterse con los que remueven la basura de la vida de los demás, desde Telecinco suena como a denuncia de la corrupción desde el PP).

El partido (por fin) se resume fácilmente. Es el partido que hemos visto tantas veces, el que hemos perdido tantas otras. Un equipo queriendo jugar bien antes que ganar, y el  rival que más que contrario es enemigo. En el minuto 4, habían hecho cuatro faltas que podrían haber sido tarjeta amarilla cualquiera de ellas; si acaso la cuarta (Van Persie) más que amarilla era naranja, una patada por detrás en la rodilla. Pues esa fué la tónica del partido pero sumándole algo que me molestó más aún: la desmedida protesta de cada falta recibida o sufrida. En ese punto (el minuto 4) el árbitro mostró todas sus carencias y como muchos de sus compañeros, comenzó a pitar según la protesta, disimulando muy bien a través del viejo truco de enseñar las tarjestas despacito, como si fuesen meditadas y no consecuencia de que tíos más famosos que él se pusiesen a gritarle en la puta cara. La demostración de que ésto fue así, la encontramos en que a partir de que mostrasen las segunda tarjeta a España (¡ellos sólo llevaban 3 en ese momento!), los nuestros también empezaron a protestar, creo que desde la indignación, y el resultado fue el mismo: con que la protesta fuese vehemente, como premio, una tarjetita.

Del Bosque volvió a equivocarse en la lectura del partido porque como se vió en la Eurocopa, el estilo que nos va mejor es el que nos da tener superioridad en el centro del campo, para lo que siempre echo en falta a otro bajito más. Como sólo juegan 11, la solución está en que, si sales con dos delanteros, quites un medio centro; si sales con un delantero..... no pongas a un extremo que, aunque también en pequeño (Pedro o Navas), no nos referimos a eso cuando hablamos de "los bajitos". Repito que le suele salir bien la jugada (y más si hablamos de los cambios), pero eso no quiere decir que sea el mejor camino, el más purista si se me permite. Lo que está fuera de toda duda es que, si en la Eurocopa, el mérito que tuvo Aragonés fue el de que no se sintiesen superiores, que luchasen cada balón desde el primer minuto, que siempre quisiesen un gol más, el mérito de Del Bosque ha sido la tranquilidad con la que ha llevado la concentración. 50 días son muchos días cuando hablas de manejar los egos de 10 jugadores que a penas juegan, y más cuando hablas de jugadores de la talla de Cesc, Valdés o Reina.

Pues, lo dicho, merecida victoria (consecuencia de ser los mejores con diferencia, aunque unas Alemania y Holanda valientes hubiesen puesto las cosas de color oscuro), sufrida y que añade un plus de épica a lo campeón, que al igual que la Eurocopa (por juego y por el propio título), marcará para bien a las generaciones futbolísticas venideras, por el quién (Iniesta, uno de los jugadores más mágicos que he visto) y el cuando (en el final de la prórroga de la final del Mundial).

Joder, qué grande es sentirse Brasil durante un tiempo. Bueno, ya no queremos ser Brasil; queremos ser La Roja, copón.

¡Viva el fútbol!

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