jueves, 21 de junio de 2018

La última charla

Tengo que calmarme. Tenemos que hacer las cosas bien. Tenemos que ganar.

Joder, estoy de los nervios, a ver si empieza ya, que me enfrío. Y encima, ahora viene el ingeniero este, que no ha dado una patada a un bote en su vida y me va a enseñar a mí cómo tengo que jugar al fútbol.

- Ahora vamos a cerrar los ojos. Todos. Venga por favor; hacedlo.

Vaya tela. Habrá que cerrarlos... ¡Qué olor! Huele a masajes, a silencios elocuentes, a lágrimas secretas, a estrellas que son solamente personas, a chavales a los que, en ocasiones, se les viene el mundo encima, a quienes les importa qué está pasando en su barrio más que un nuevo contrato. Ahí va, qué está hablando y yo, en mi mundo, como siempre.

- ... ya lo hemos hablado en la charla de esta mañana. Ahora vamos a saltar al campo. Lo haremos de la mano de unos niños con la camiseta de Portugal. Escucharemos los himnos; primero el suyo, después el nuestro.

- ¡Vamos, chavales! -gritó el capitán, a lo que el grupo respondió pataleando, golpeando con los tacos el brillante suelo del vestuario.

- ¡Venga! ¡Va! ¡Dejadme hablar! Volved a cerrar los ojos. Ahora, pensad que terminan los himnos y saludáis al rival. Ahora te hablo a ti, olvídate de tus compañeros, olvídate del partido inaugural, olvídate de que fuimos campeones anteriormente, olvídate de los títulos con tu club.

- Olvídate de tu novia, de los amigos con los que haces el idiota en las redes sociales -le interrumpen risas, codazos cómplices y un "contigo empezó todo" que desata una ovación.

- ¿Ya? Gracias. Continuo. Acuérdate de ese partido de fútbol 7, de ese niño al que acompañaba su padre cada lluvioso sábado, de cada gol, cada entrenamiento, cada noche estudiando porque había un examen y tu madre te llevó a hacer las pruebas con el equipo de tu vida.

Joder, parece que esté hablando de mí...

- Recuerda cuántas tardes de verano con los nervios, con la incertidumbre de si te cogerían para el Juvenil, para el filial. Recuerda ese día de julio en el que te llamó el entrenador del primer equipo para decirte que te ibas a Los Ángeles con el primer equipo.

- Quiero que recuerdes ese día en el que el defensa aquel te rompió, aquellas largas jornadas de rehabilitación, aquel partido fuera en el que te llamaron para decirte que había muerto tu padre, aquella noche en la que metiste el gol de tu vida.

- Y ahora, abre los ojos. Respira. Mira a la derecha. A la izquierda. Eso es. ¿Les ves? Esos dos, los otros diez, son vuestro auténtico yo, el secreto de este deporte. Nunca jamás has estado solo, nunca se trató de ti, sino de nosotros, de vosotros.

¡Dios! ¡Me está poniendo la piel de gallina!

- Ahora poneos en pie, coged la mano de esos niños, escuchad los himnos, acordaos de vuestra madre, de vuestro padre, de las noches sin dormir, de vuestra novia, de vuestros amigos, de vuestra lesión, de lo que coño queráis acordaros, pero ¡salid ahí, jugad como sabéis y ganad otra puta estrella para un país que está gritando vuestros nombres!

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