jueves, 21 de diciembre de 2017

Mi Manu

He aprendido que en el amor no existen,
como en el resto de cosas importantes,
los para siempre.

He aprendido que es algo más bello
si lo renuevas cada día,
que hoy haya un te quiero
y que este, sea nuevo,
por algo más que ayer,
y por lo mismo.

En lo bueno y en lo malo, dicen.
En la salud y en la enfermedad.
Sí, llevarán razón, supongo.
Lo que pasa es que,
hasta que la muerte nos separe,
como eslogan es cojonudo,
pero se queda corto,
porque si el amor es total e incondicional,
entonces merece llamarse amor,
entonces trasciende a la muerte.

Si es cierto que hay algo después,
allá donde quiera que esté,
seguiré queriendo con locura a mi gente,
a quienes me quieren a pesar
de mi absoluta imperfección,
a pesar de que lo único que pueda darles
hoy son besos y abrazos,
a quienes confían en mí
mucho más de lo que lo hago yo,
a quienes me quieren
y quieren a mis hijos
como si fuesen de su propia familia.

Dicen, también,
que los amigos de verdad son
esa familia a la que has elegido,
así que es inevitable pensar
que tengo en Manu otro hermano.

Es, junto a mi almohada,
la persona que más veces
me ha visto llorar de alegría,
de emoción y de dolor,
quien nunca ha guardado nada para él
si lo ha podido compartir conmigo,
quien me ofrece una silla
en la mesa de su familia
en la cena más familiar del año,
a quien me hace sentir en casa
allá donde esté junto a mí.

Por todo esto,
por todo lo que vendrá y,
lo que es más importante,
porque sí, le quiero con locura.

Para ti, hermano,
van estas letras mal juntadas,
porque es lo más valioso que tengo,
porque has estado Gaditaneando conmigo
incluso antes de que supiésemos
que eso tan bonito que estábamos pariendo,
nos iba a hacer felices en cada momento,
en cada ensayo, en cada búsqueda.

Felicidad y amor.
Nada más. Nada menos.

#mehacesmuyfeliz

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